sábado, 22 de mayo de 2010

EL PÁJARO CARPINTERO

El pájaro carpintero era un joven apuesto.

Por eso las mujeres se aventuraban por el. Pero... tenía el defecto de ser orgulloso.

Y un día vino la hija de un hombre llamado Siete Estrellas para noviar con el y siguió viniendo todas las tardes. Mucho tiempo después el aceptó que fuera su esposa.

Pero antes le dijo:

-Tienes que avisar primeramente a tu padre. Y donde vivía la joven solamente existía el hielo porque era una constelación y quedaba muy arriba. Y la joven fue para avisarle a Siete Estrellas.

Y el le contestó diciendo:

-puedes casarte con el, pero debe quererte mucho y cuidarte, también debe apreciar mi dignidad y respetarme.

Entonces ellos se casaron.

Pero el carpintero era orgulloso y le gustaba desafiar a peleas y una noche subió a las estrellas y comenzó a desafiar a su suegro, don Siete Estrellas, y siguió haciéndolo muchas noches mas y una noche tomo la decisión de hacerlo con mas violencia que nunca.

Entonces Siete Estrellas se cansó y se ofendió y se trabó en lucha con el y lo persiguió desde las estrellas hasta el fondo mismo del agua aquí en la tierra:

- ¡Blom! cayendo con mucho ímpetu y llamó a una raya y la puso arriba del carpintero y el carpintero se quedo abajo.

Pasó mucho tiempo y la joven subió a implorarle a su padre don Siete Estrellas que libertase a su esposo, diciéndole:

-Padre, basta ya suéltalo a mi marido, es suficiente, ahora se cuidara.

Entonces Siete Estrellas vino y lo sacó de abajo de la raya pero el lomo del carpintero estaba dañado y por eso el pájaro Carpintero tiene el lomo blanco en señal de su castigo.

viernes, 21 de mayo de 2010

LOS CABALLOS BLANCOS



Cuando Nguenechén hizo el mundo con su gente y animales, se dijo:

"Hay muchos secretos que el hombre no debe aprender para no desordenar su vida. El conocimiento de su fin, de su exterminio sería terrible. Pero entre los animales, a los que voy a dar el habla, pondré el caballo y el perro (Trewa). Sólo a ellos confiaré mi secreto, ya que les daré otro lenguaje como para que nadie los entienda jamás."

Así fue que el caballo y el perro conocían los secretos designios del dios y veían muchas cosas tristes, especialmente de noche. De sus ojos brotaban así muchas lágrimas, y a la mañana siguiente aparecían por ello cubiertos de lagañas.

Un indio muy sabio y anciano, llamado Leuque-Leuque hacía tiempo que venia observando todo.

Tenía muchos caballos y perros, y se le ocurrió que alguno de ellos podría hablar y revelarle secretos que su alma presentía.

Así fue que una noche de luna clara que salió cabalgando en su caballo blanco y acompañado de su perro negro, le dijo a éste: "Dime, no es cierto que por las mañanas tienes lagañas en los ojos porque durante la noche ves espíritus de seres, almas de los difuntos? Porque no creo que sea de haragán que ello te ocurra, y te aseguro que muchos deseos tendría yo de ver a mis antepasados y hacerles no pocas preguntas. Habla, pues, mi querido Trewa "Pero el animal no contestó, sino que se escondió detrás del caballo blanco.

Entonces el indio, comprendiendo que no quería hablarle, se dirigió a su caballo en los mismos términos agregándole: "Iníciame en estos misterios que yo te prometo guardar el secreto. Jamás alma viviente escuchará lo que tú me confíes."

Y ya desesperado concluyó. "Habla, o te mato, pues para ello soy tu amo. El caballo blanco se asustó, y muy triste dijo:

"Nosotros los caballos y los Trewas negros tenemos la gracia de que hablas. La recibimos como gran secreto de Nguenechén, quien confió más en nosotros que en los humanos, pues no sabéis guardar los secretos, y podríais llenar el alma de vuestros enemigos de terror anunciándoles con seguridad su próxima muerte. Nuestras lagañas, Óyelo bien, no las produce la haraganería, sino que las produce la irritación de nuestros ojos, ya que lloramos al ver las almas de tantos seres conocidos. En el mundo de abajo hay poca luz y es muy triste, ya que deben buscar ellas penosamente su alimento en medio de oscuras humaredas que produce la quemazón de leña verde... Y me apena pensar que debo acompañarte a ese mundo de dolor y que mi fin no estará muy lejos"

Mucho se asustó el buen indio, y con voz trémula le dijo:

"Dime cuánto tiempo quedaré aún con vida, y yo para agradecerte, buscaré otro acompañante, pues espero que así podrás vivir mucho más teniendo yo otro caballo. Pero, por favor dime cómo haré para divisar tantas cosas sagradas."

Y el caballo contestó: "úntate algo de mis lagañas o de las de Trewa sobre tus ojos, y vas a ver lo que vive alrededor tuyo lo que dejó de vivir y lo que ha de vivir. Yo, por desgracia, he visto demasiado, y paso a ti mi don de Nguenechén."

Entonces el indio se untó sus ojos con las lagañas del caballo blanco y enseguida fue vidente. Veía los espectros las almas de sus queridos difuntos bajo el aspecto de animales y formas diferentes, especialmente de aves y animales feroces.

Espantoso le parecía el mundo de abajo con sus pobres inhabitantes, y hasta padecía por los acompañantes, los caballos y los perros de los que iban adelantados a él, vivo todavía. Los caballos tenían de todos los colores, pero uno de ellos tenia siete y era allí el Dios. Todos sufrían y se quejaban, ansiando volver al mundo de los humanos, o al menos como los nobles y los guerreros en las nubes, luchando y combatiendo siempre.

Leuque-Leuque, el araucano se impresionó tanto que no podía dormir más.

En todas partes, donde otros no veían mas que piedras, agua, animales u otras cosas, divisaba él almas en pena, errantes, casi siempre tristes, buscando sus seres queridos, para hacerse ver y querer.

¡Qué aflicción para el pobre corazón del indio!

Ahora todo le daba miedo; por donde miraba veía los ya muertos como seres vivos que se acercaban a el, que le hacían cariños y le hacían llorar en vez de dormir, llenando sus ojos de lágrimas ardientes que se secaban y pegaban a los bordes de sus párpados, a tal punto que los integrantes de la tribu decían:

"Leuque-Leu que se pone lagañoso y ya no se levanta para cabalgar en su caballo blanco." Al fin murió el anciano, y se le daba como acompañante otro caballo, destinado por él de antemano para el viaje, como también otro querido perro negro, que era el guía y que tenia que defenderlo cuando cruzara el gran lago para la Isla de los Difuntos, ya que había aves de rapiña que sacaban los ojos a los viajeros, llevados por el balsero ingrato y hostil.

Era un día de lluvia, de hielo y de nieve, sin embargo cayó de las nubes un terrible rayo verde, que mató al caballo blanco, porque había revelado el secreto al hombre.

Desde entonces todos los caballos blancos están en peligro de ser matados por un rayo, mientras nada pasa a los perros negros, porque ellos supieron guardar el secreto de Nguenechén. Sin embargo, a ellos, como a los caballos, se les quitó el habla. Pero pueden ver y sentir como antes, los espíritus y las almas de los muertos, un don que los inquieta, tanto, que los caballos, especialmente en la noche, se quejan y lloran, dan patadas a los aparecidos y relinchan de angustia, mientras los perros aúllan y penan desoladamente, particularmente cuando la luz de Kuyén, la luna, es muy clara, ya que ellos ven las almas a su lado, las temen, y no pueden escapar. Los animales nombrados, entonces, logran saber secretos de los amos de los familiares de estos, la hora de la muerte que los entristece.

La visión es tanto más nítida cuanto más fuerte es la luz de la luna.

Los caballos blancos siempre sudan, debido a su miedo continuo. Y como llevan su alma en los pelos, se revuelcan con gusto, cuando presienten la lluvia. Y porque tienen miedo al sol como a la luna, buscan guarecerse debajo de un árbol cuando se avecina una tormenta, porque se acuerdan que son malditos por falta de estimación del secreto, siendo que los caballos de otros colores pastan tranquilamente al aire libre y lo mismo que los perros no buscan abrigo alguno.

jueves, 20 de mayo de 2010

"MOMOTARO" 桃太郎


Una vez, hace mucho tiempo en un pueblecito de la montaña, un hombre muy viejo y una mujer muy vieja vivían en una solitaria cabaña de leñador.

Un día que había salido el sol y el cielo estaba azul, el viejo fue en busca de leña y la anciana fue a lavar al arroyo estrecho y claro, que corre por las colinas...

¿Y que es lo que vieron?

Flotando sobre el agua y solo por la corriente, un gran melocotón.

La mujer exclamo:
-¡Anciano, abre con tu cuchillo ese melocotón!

¡Que sorpresa!

¿Que es lo que vieron?

Dentro estaba Momotaro, un hermoso niño. Se llevaron a casa a Momotaro, que crecio muy fuerte. Siempre estaba corriendo, saltando y peleándose para divertirse y cada vez crecía mas y se hacia mas corpulento que los otros niños del pueblo.

En el pueblo todos se lamentaban.

-¿Quien nos salvara de los Demonios y de los Genios y de los terribles Monstruos?

-Yo seré quien los venza, dijo Momotaro-. Yo iré a la isla de los Genios y los venceré.

-¡Danle una armadura! Dijeron todos. Y déjenlo ir.

Con un estandarte enarbolado va Momotaro a la isla de los Genios. Va provisto de comida para mantener su fortaleza.

Por el camino se encuentra con un perro que le dice:

¡Guau, Guau, Guau! ¡A donde te diriges? ¿Me dejas ir contigo? si me das comida, yo te ayudare a vencer los Demonios.

¡Ki, Ki, Kia, Kia! - Dice el Mono. ¡Momotaro, eh, Momotaro, dame comida y déjame ir contigo! ¡Les daremos su merecido!

¡Kian, Kian!- Dijo el Faisán. ¡Dame comido e iré con vosotros a la isla de los Genios y los Demonios para vencerlos!

Momotaro, con el Perro, el Mono y el Faisán, se hace a la vela para ir al encuentro de los Genios y derrotarlos. Pero la isla de los Demonios esta muy lejos y el mar, embravecido.

El Mono desde el mástil grita:

-¡Adelante, a toda marcha!

-¡Guau, Guau, Guau! -se oye desde la popa.

Y en el cielo se oye:

-¡Kian, Kian!

Nuestro capitán no es otro que nuestro valiente Momotaro.

Desde lo alto del cielo el Faisán espía la isla y avisa:

-¡El guardián se ha dormido! ¡Adelante!

- ¡Mono, salta la muralla! !Vamos, prepárense!

Y grita:

-¡Eh, ustedes, Demonios, Diablos, aquí estamos! ¡Salgan! ¡Aquí estamos para vencerlos, Genios!

El Faisán con su pico, el Perro con los dientes, el Mono con las uñas y Momotaro con los brazos luchan duramente.

Los Genios y Demonios, al verse perdidos, se lamentan y dicen:

¡Nos rendimos! ¡Nos rendimos! Sabemos que hemos sido muy malos, nunca mas volveremos a serlo. Les devolveremos el tesoro y todas las riquezas.

Sobre una carreta cargan todo el tesoro y todo lo que había en poder de los Genios.

El Perro tira de ella, el Mono empuja por detrás y el Faisán les indica el camino.

Y Momotaro, sentado encima, entra en su pueblo donde todos le aclamaban como vencedor.



Momotaro: "Momo" significa melocotón y "Taro" varón

miércoles, 19 de mayo de 2010

EL CRISTAL DEL INCA YUPANQUI



Se dice que el inca Yupanqui antes de subir al trono había ido a visitar a su padre, el inca Viracocha.

En el camino, encontró una fuente llamada Susurpugaio. Allí vio un trozo de cristal caído en la fuente, y en ese cristal contempló la figura de un indio con tres brillantes rayos como los del Sol que le salían de la parte trasera de la cabeza. Llevaba un hautu o flequillo sobre la frente, y serpientes enrolladas alrededor de los brazos y en los hombros.

Tenía pendientes en las orejas, como los incas, y vestía también como ellos.

Había una cabeza de león en sus piernas y otro león en los hombros.

El inca Yupanqui tuvo miedo de esta extraña figura, e iba a empezar a correr, cuando una voz le llamó por su nombre diciéndole que no tuviera miedo, porque era su padre el Sol a quien contemplaba, y que él conquistaría muchas naciones, pero que debía recordar a su padre en sus sacrificios y ofrecerle unos ingresos, rindiéndole un gran culto.

Después, la figura se desvaneció, pero quedaba el cristal en el que el inca luego vio todo lo que deseaba.

Cuando llegó a ser rey hizo una estatua al Sol, recordando la figura tanto como fue posible y ordenó a todas las tribus que conquistaba que edificaran espléndidos templos para venerar a la nueva deidad, en vez de al creador.

martes, 18 de mayo de 2010

LA BODA DE LA XDZUNUÚM



Una mañana llena de sol, el colibrí, o xdzunuúm que es su nombre en lengua maya, estaba parada sobre la rama de una ceiba y lloraba al contemplar su pequeño nido a medio hacer. Y es que a pesar de que llevaba días buscando materiales para construir su casa, sólo había encontrado unas cuantas ramas y hojas que no le alcanzaban. La xdzunuúm quería acabar su nido pronto, pues ahí viviría cuando se casara, pero era muy pobre y cada vez le parecía más difícil terminar su hogar y poder organizar su boda.

La xdzunuúm era tan pequeña que su llanto apenas se escuchaba; la única en oírlo fue la xkokolché, quien voló de rama en rama hasta encontrar a la triste pajarita.

Al verla, le preguntó:

— ¿Qué te pasa, amiga xdzunuúm?

— ¡Ay! Mi pena es muy grande —sollozó más fuerte la xdzunuúm.

—Cuéntamela, tal vez yo pueda ayudarte —dijo la xkokolché.

— ¡No! Nadie puede remediar mi dolor —chilló la xdzunuúm.

—Ándale, platícame qué tienes —insistió la xkokolché.

—Bueno —accedió la xdzunuúm—. Fíjate que me quiero casar, pero mi novio y yo somos tan pobres que no tenemos nido ni podemos hacer la fiesta.

— ¡Uy! Eso sí que es un problema, porque yo soy pobre también —respondió la xkokolché.

— ¿Lo ves? Te lo dije, nadie me puede ayudar —gritó la xdzunuúm.

—No llores, espérate, ahorita se me ocurre algo —aseguró la xkokolché.

Las dos aves pensaron un rato; desesperada, la xdzunuúm ya iba a llorar de nuevo, cuando la xkokolché tuvo una idea:

—Mira, tú y yo solas no vamos a poder con la boda. Tenemos que llamar a otros animales para que nos ayuden.

Apenas acabó de hablar, la xkokolché entonó una canción en maya, que decía así:

U tul chichan chiich, u kat socobel, ma tu patal xun, minaan y nuucul.

De esta forma, la xkokolché contaba que una pajarita se quería casar, pero no tenía recursos para hacerlo.

Luego repitió la canción; como su voz era tan dulce, algunos animales y hasta el agua y los árboles se acercaron a escucharla.

Cuando ella los vio muy atentos a sus palabras, les pidió ayuda con este canto:

Minaan u xbakal, minaan u nokil, minaan u xanbil, minaan u xacheil, minaan u neeneíl, minaan u chu-cí, minaan u necteíl.

Con esas palabras, la xkokolché les explicaba:

No tiene el collar, no tiene el vestido, no tiene los zapatos, no tiene el peine, no tiene el espejo, no tiene los dulces, no tiene las flores.

Mientras la xkokolché cantaba, la xdzunuúm derramaba gruesos lagrimones.

Así, entre las dos lograron que todos los presentes quisieran ayudar.

Por un momento, se quedaron callados, luego, se escucharon varias voces:

—Que se haga la boda, yo daré el collar —dijo el ave xomxaníl, dispuesta a prestar el adorno amarillo que tenía en el pecho.

—Que se haga la boda, yo daré el vestido —ofreció la araña y empezó a tejer una tela muy fina para vestir a la novia.

—Que se haga la boda, yo daré los zapatos —aseguró el venado.

—Que se haga la boda, yo daré el peine —prometió la iguana y se quitó algunas púas de las que cubren su lomo.

—Que se haga la boda, yo daré el espejo —afirmó el cenote, pues su agua era tan cristalina que en ella podría contemplarse la novia.

—Que se haga la boda, yo daré los dulces —se comprometió la abeja y se fue a traer la miel de su panal.

Con eso, ya estaba listo lo necesario para la boda. La xdzunuúm lloró de nuevo, pero ahora de alegría. Luego, voló a buscar al novio y le dijo que ya podían casarse.

A los pocos días, se celebró una gran boda, y por supuesto, la xkokolché fue la madrina.

En la fiesta hubo de todo, porque los invitados llevaron muchos regalos.

Desde entonces, la xdzunuúm dejó de lamentar su pobreza, pues supo que contaba con grandes amigos en el mundo maya.

Leyendas Mayas - Autor: S.E.P.México,
Versión escrita: Gloria Morales Veyra

lunes, 17 de mayo de 2010

LA MUERTE DE LUMALUMA




LumaLuma era una ballena que surgió del mar en forma de hombre en Cape Stewart, cerca de Milingimbi, en el centro de la región costera de Aernhem Land (Australia).

Cuando estuvo en tierra firme, consiguió dos esposas y se dirigió hacia el oeste, llevándose con él importantes rituales religiosos llmados, mareiin, ubar y lorgun como dones para la humanidad.

Pero Lumaluna era glotón y abusó de su sagrada función: cada vez que veía comida deliciosa, como la dulce miel silvestre, o los deliciosos ñames, los declaraba mareniin (sagrados) y solo él podía comérselos.

Mientras tanto, iba enseñando los ritos haciendo sonar sus bastones al golpearlos entre sí:

"¡Es bueno todo ello!"

Un día llegó a un lugar en donde se había levantado un campamento y él los escuchaba mientras talaban los árboles.

Al ver hogueras encendidas y comida preparada, corrió hacia ella declarando sagrada a la comida.

Se comió todo solo dejando migajas para los campamentistas.

Esto sucedió muchas veces hasta que comenzó a comerse hasta a los niños muertos... entonces... se colmó la paciencia del pueblo de Arnhem Land y tomando sus lanzas le dieron muerte a él y a sus esposas.

domingo, 16 de mayo de 2010

EL PALO SANTO


EL PALO SANTO, árbol sagrado de los Tobas al cual veneran.

Nombre Científico: Bursera graveolens

Familia: Burseraceae

Nombre común: Palo Santo.

COSAKAIT: Nombre que los tobas dan al árbol de Palo Santo.

Según una leyenda recopilada por Lázaro Flury, en la época embrionaria del mundo, cuando los seres humanos formaban una pequeña minoría, COSAKAIT, el más apuesto y virtuoso de los varones de aquel grupo se había enamorado de una joven doncella.

Sin embargo no era correspondido por la bella mujer, y al sentirse desdichado enfermó gravemente.

En su lecho de muerte llamó reiteradamente a la joven para verla por última vez, pero ésta se negó.

"-Decidle que no quiero morir. Mas Yago (Dios) me quita la vida. Pero estaré siempre con ella. Adornaré su cabeza de flores perfumadas. Ahuyentaré los parásitos de su lado. Daré fragancia al agua que beban sus labios y laven sus ojos. Iré al cielo en el humo aromado de su ruego en la ceremonia del NAREG. Y estaré donde ella se encuentre y le daré lo que pida..."

Tras estas palabras, la fiebre abrasó su cuerpo y murió invocando el nombre de su amada.

En el lugar de su sepultura creció el árbol COSAKAIT, característico por sus flores y madera perfumada.

Nota: Cosacait, el Duende del Amor de los Pilagás.